El otoño llegó y con él la tristeza, la melancolía, quizá la desesperanza. Esto es lo que más le desesperaba, sentir como se le escapaba el tren delante de sus propios ojos, ¿el último? Muchos vagones habían pasado y muchos asientos le recordaban.
Ese frío día de otoño despertó y no sintió nada, un profundo sentimiento de vacío en su corazón, ¿por qué? Esa pregunta le aturdía en los oídos, le martilleaba una y otra vez con sonido bronco, monótono y constante. Miró por la ventana, la abrió, las hojas caían, el viento silbaba y sólo le devolvía el sonido de su propia respiración, pausada, profunda, intentando que con cada bocanada entrara el aire suficiente para henchir sus pulmones y poder expirar el aire contenido en ellos, pero le costaba, sentía que el aire salía sin haber realizado su cometido dentro de su cuerpo, sin haber oxigenado su corazón y su mente donde bullía esa tristeza, esa melancolía, esa deseperanza que el otoño traía consigo.
Magnífico Julio, descriptivo, sencillo pero con mucho fondo.
ResponderEliminarhttp://www.francisco-serrano.com/translation/40haiku.pdf
Gracias por tu comentario, me ha llegado dentro. GRACIAS, así, con mayúsculas.
EliminarMuy bonito expresado los otoños que llevan consigo la melancolía. Debo decir que siendo mi estación favorita a mí me da una visión más sosegada de la vida. Saludos,
ResponderEliminarConsuelo
Gracias por el comentario, era el otoño pero podía haber sucedido en cualquier estación. Saludos.
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